viernes, 21 de diciembre de 2012

Estatua




Ojos que ayer vieron, dedo índice erguido hacia puntos cardinales inexistentes, rigidez en sombra. Erguido avanza en su quietud.

El ser humano es una especie con memoria débil, o eso parece. Siempre busca, de manera absurda, plasmar recuerdos, o más bien, quiere recordar de distintas maneras visuales, a algo o a alguien. Las fotografías o las pinturas son a las que comúnmente acuden; pero existe una más absurda aún, las estatuas.

Hacer una estatua de una persona, me resulta algo totalmente vergonzoso, como así también poco honesto para con el ser estatuado. El hecho de plasmarlo de manera inmóvil, sin un entorno correspondiente, me da la sensación de: “te hemos querido siempre así, inmóvilmente expresivo”.

Creo que no hay mejor manera de recordar, que recordarlo vivo, pero vivo en la memoria, movilizando a uno con sus acciones y moviéndose él, por sobretodo. Y no duro, porque tal vez es un intento de eternizarlo, y las personas no necesitan de lo eterno, porque la eternidad está siempre en su interior, y no se mide con arena de un reloj.
Deberían quedarse tranquilos, ya que ustedes son simples pasajeros en el mundo, trascienden por logros que se transmiten boca a boca, o por el legado que han dejado; nunca por una imagen a semejanza física y/o estética.

Es algo raro realmente, sé que lo hacen de buena fe, sé que buscan glorificar y/o enaltecer a una persona, que ustedes sabrán si se lo merece; pero también deja mucho que desear en el sentido de que da la sensación de que les resulta una carga el tener que recordarlo, porque no confían en que puedan mantener mucho el recuerdo en su memoria; es más fácil hacerle una estatua y recordarlo al relacionarlo con la imagen.

Al fin de cuentas, una estatua es un ayuda memoria.

Felipe Peiro.-

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