Se hace viento y cree
saberlo normal, las raíces frágiles destiñen pensamientos inválidos, y llora
camuflada en la alegría de la piel que desconoce su nombre.
Al ser humano le gusta, por una costumbre enferma que tiene,
meter mano donde no debe, o más bien, donde no es necesario. Así sucede con la
naturaleza, arrasa con lo que, sin chillar ni llorar, lo acompaña a lo largo de
su vida.
Más allá de esa costumbre tonta que goza, existe otra por
añadidura de esa que es, desde mi punto de vista, patética y a la vez macabra,
regalar flores.
A lo largo de la historia, el hombre ha considerado a las
flores muy bellas, en lo que coincido plenamente; y al acto de regalarlas lo ha
visto como una ofrenda cordial, o un acto de total educación, siempre lo ha relacionado
al amor; y es generalmente, por amor que las regalan.
Es común, por ejemplo, que las regalen a sus novias, a sus
madres, o a alguien en su cumpleaños; siempre para fechas especiales; pero pasa
también que le hacen ofrendas florales a un muerto, y renuevan tal ofrenda casi
con cada visita al cementerio. Entonces, es ilógico e incomprensible para mí,
que consideren justa tal ofrenda hacia un vivo, siendo la misma hacia un muerto.
La flor.
Más allá de ser un obsequio al que ustedes consideren bello,
que en si la flor es bella, lo regalan muerto, eso a mi realmente me repugna,
¿no les resulta macabro regalar algo muerto? Me da a pensar que es de muy mal
gusto, solo ustedes se entienden. La flor permanece viva en tierra, hasta que
la arrancan. ¿Es necesario explicarlo?
En mi mundo las flores existen, conviven con nosotros como
un ser más, algunas se comunican mediante palabras; el regalo es tenerlas, a la
vista, en tierra. La belleza de las flores depende de nuestra imaginación, nuestro estado de ánimo
influye en cada una.
¿Será que en nuestro mundo llegan a un nivel de desarrollo
superior? ¿Será que nosotros las respetamos?
Felipe Peiro.-