Desinterés que se esfuma en la memoria colectiva, ciego el recuerdo de los rostros que destrozan con caricias lo intocable.
Me asombra el paso a paso del ser humano, ignorando al prójimo, a quien frecuenta sus lugares, su sitio, a quien camina al lado. Existe un desinterés, y una falta de capacidad para con el recuerdo propio, que me impacta absurdamente.
Llego a pensar que su mundo está sobre habitado, ya
que no pueden memorizar la totalidad de personas que hay dentro. Se les
presentan, constantemente, caras sin nombres, y no tienen ni la capacidad ni el
interés, de saber quiénes son.
¿Cuál es el límite de personas que puede memorizar
un ser humano? ¿Cuántas caras sin
nombres?
En mi mundo, nos gusta saber quien está a nuestro lado,
quienes frecuentan lugares junto a nosotros; no es por curiosidad, más bien es
nuestra normalidad ser así de “atentos”.
Es incomprensible, no pueden vivir sin un porque
para cosas “inexplicables” que les atribuyen uno supuesto, pero sí pueden vivir
sin saber quién es el que viajo a su lado en el colectivo yendo al centro. ¿Soy
yo o son ustedes?
Buscando posibles porqué, buscando respuestas a mis
preguntas, comprendo que mas allá de ser para mi, absurdo y ridículo lo que
hacen, a la vez puedo interpretar, que alimentan día a día un condimento de la
vida misma, tal vez el misterio, tal vez la sorpresa.
Y entiendo, o trato de
entender, que la vida; en la sociedad humana, depende de tales factores, de
sorpresa, de misterio; cada persona es una infinidad de historias, de cuentos.
¿Qué es de la literatura sin sorpresa, sin misterio?
¿Qué es de la literatura sin sorpresa, sin misterio?
Felipe Peiro.