jueves, 31 de enero de 2013

La claridad de las palabras



Como de un movimiento cíclico de vanidades, como de un vaivén de sutilezas; surge la luz en la lengua.

Cuando llegué a su mundo, sorprendido noté que la comunicación les es fundamental, que la palabra por sobretodo lo es. Pero noté que la misma acarrea luz y color, como así también oscuridad. Esa luz depende, no siempre, de quien las emite.

De esta manera distingo dos evidentes diferencias en la falta o en la abundancia de luminiscencia.

Las palabras claras u oscuras.

Son aquellas palabras que por sí solas te denotan claridad u oscuridad. Que al simple contacto con las mismas, uno percibe la luz o la falta. Óptimos ejemplos.

Muerte: Oscuridad
Vida: Claridad
Amor: Turbio.

Palabras aclaradas u oscurecidas.

Son aquellas con las que la persona ha interactuado.
Muchas veces las acomodan como si jugaran con las mismas, abusando de ellas, en el sentido de que, dependiendo las intenciones, dependen las palabras utilizadas.

Cuando una persona busca comunicar pesimismo, por ejemplo, o tiene malas intenciones, usará las que menos luz tienen, comenzando tal vez una frase con un, “Lamento decirte”.

En cambio cuando el optimismo es la búsqueda de esa persona, usaran palabras con mucha luz, como por ejemplo, “Hermoso día”.


Más allá de la luz que la palabra por si sola tiene, o le falta; y la utilización de una persona de una con más o menos luz. Lo sorprendente es la manipulación de las palabras con intención, sin importar y obviando la luminiscencia propia de cada una. Escondiendo bajo la luz, el más oscuro deseo; camuflándose en palabras, en la mentira, manipulando la verdad cual si fuera un juguete.


Felipe Peiro.

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