jueves, 23 de mayo de 2013

Fanatismo




El agua de la impaciencia llueve por tus ojos, y un infierno interno sofoca la urgencia.

Una pasión ha de ser por mi respetada, pero tal pasión debe contar con el pensamiento claro y frio del apasionado. Cuando la pasión pasa a ser algo más y se convierte en fanatismo, es cuando no comprendo, y mi percepción se confunde y defrauda.

¿Qué es el fanatismo sino más que un capricho de la propia mente? ¿Qué sino un engaño a la libertad de decisiones?

Tal vez es un escape, una necesidad, y es por necesidad que se vuelven fanáticos; quizás abordan dicha pasión como una simple distracción, para ser esquivos a una vida que puede resultar lisa, llana y aburrida. Pero el problema recae luego, en la dificultad de borrar esa costumbre, ya que poco a poco van volviéndose dependientes, lo cual afecta directamente en la persona.  Algunos mueren conformes de haber sido fanáticos, pero generalmente no son ellos los que lo sufren, sino más bien, quienes los rodean.

Existen distintos objetos de fanatismos; que afectan clara y concisamente en el fanático, dependiendo las diferentes situaciones por las que dicho objeto se ve afectado o se expone, o por los ajetreos cotidianos que lo acontecen.

Distintos objetos de fanatismo:

  •  Dependiente de un resultado (Ejemplo: Equipo deportivo)

    Recae en un resultado, numérico generalmente, el estado de la persona. 

    Si gana, el gana, si pierde, el también pierde.

    Le cuesta tomarlo como objeto tal, sino más bien lo toma como parte de sí mismo.

  • Dependiente de una persona (Ejemplo: Músico)

    La ceguera de ver a otra persona por sobre la persona que uno mismo es, es una admiración que excede a la admiración misma, por eso se convierte en fanatismo.
       

  • Dependiente de una obsesión (Ejemplo: Limpieza)

    La necesidad de hacer, y la inquietud y falta de aceptación de que las cosas no sean como lo desea. Es de las más graves, a mi parecer, ya que es algo que llevan consigo en todo momento. 

    Claros ejemplos son aquellos que no soportan el desorden ajeno, o la falta de limpieza que ven. Sufren las consecuencias de la realidad ajena.


  •  Dependiente de un Objeto (Ejemplo: Teléfono)

    La persona no puede vivir sin el objeto, no puede estar mucho tiempo sin estar en contacto con él. 
    Últimamente éste tipo de fanatismo es una tendencia y crece día a día.

  • Dependiente de una ideología (Ejemplo: Partido político)

    Cuando una persona se ciega por una idea, y defiende a capa y espada sin razonamiento, sino más bien por el autoconvencimiento de que es la única verdad y única opción de lo correcto.

    Claro ejemplo es aquel que defiende una ideología política con ojos cerrados, oídos tapados y la boca bien abierta.

¿Cuál es el resultado de dejarse de lado a ustedes mismo? ¿Por qué desviar la mirada? ¿Por qué esa necesidad de aislar el objeto más valioso que tienen, que son ustedes mismo?


Felipe Peiro.

miércoles, 24 de abril de 2013

Anzuelo visual




Espejo sin reflejo, voracidad criminal que acaricia párpados. 

Sucede un fenómeno sorprendente, sus ojos traen pero no llevan; traen el humo tal de lo innecesario, traen la dicha pura de lo necesario; pero sus ojos no llevan, se dejan llevar. 

El ser humano de hoy en día, más bien diría, el sector mayoritario de la sociedad, sufre un acoso de imágenes, necesario en ciertos casos, innecesarios en otros. Me refiero a la sobrecarga visual que se genera cotidianamente, a los carteles, a los anuncios, a las publicidades; convirtiendo al sujeto, en consumista y dependiente neto de estos recordatorios mentirosos.


Existen dos tipos de anuncios.

  • 1.       Los necesarios:

    Aquellos que, por sobre todas las cosas, son útiles, más allá de ser necesarios. Por ejemplo, un cartel que anuncia el sentido y nombre de una calle, o dentro de una industria un cartel que especifique donde se encuentra cada sector.

    Estos carteles “necesarios”, también atrasan un poco, en cierto modo, al ser humano, ya que al tener tanta información servida, el juego de la comodidad le gana terreno a la actividad mental de superación, me refiero a la memoria. Es una picardía dejar todo librado al cartel; borra la inquietud de búsqueda, el afán de recordar y conocer, ya que éste lo anunciará ni bien llegado al lugar. Limita con la comodidad, a la curiosidad.

  • 2.       Los innecesarios:

    Son aquellos anuncios inútiles que contaminan la visual, los carteles innecesarios, lo que despiertan deseos. Por ejemplo, un cartel publicitario que estratégicamente se ubica para despertar el deseo del consumidor.

    Los mismos seguramente surgieron gracias al fenómeno tal de los anteriores. Con una pizca de astucia del humano; nace un simple aprovechamiento de recursos.

    Me sorprende que acepten que sucedan éste tipos de cosas, pero es como una dulce contradicción, ya que cuando algo que no está del todo bien, es avalado y considerado una gran proeza del ser humano, no le cabe discusión alguna. Bien saben que despierta su consumismo, que desvía la atención de cosas bellas, y hasta quizás importantes, como la naturaleza misma, como sus pares, seres bellos, Pero es como si a la vez, no lo supieran, y todo les entra por los ojos, desde un libro con tapa bonita, hasta un alimento.


      En mi mundo no existe la necesidad de poner carteles, de anunciar, de dar aviso que tal cosa es lo que realmente es. Aquí se transmite por el boca a boca y no se olvida; se descubren cosas gracias a la curiosidad y al perspicaz afán de querer saber cada día más, y por sobre todas las cosas, recordarlo.

Los ojos son un medio de transporte, un nexo sabio entre dos partes, debe generar un equilibrio de balanza, una rara especie de democracia entre lo que queres y lo que de vos quieren.

Sus ojos no llevan, se dejan llevar.
 

Felipe Peiro.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Caras sin nombres




Desinterés que se esfuma en la memoria colectiva, ciego el recuerdo de los rostros que destrozan con caricias lo intocable.

Me asombra el paso a paso del ser humano, ignorando al prójimo, a quien frecuenta sus lugares, su sitio, a quien camina al lado. Existe un desinterés, y una falta de capacidad para con el recuerdo propio, que me impacta absurdamente.

Llego a pensar que su mundo está sobre habitado, ya que no pueden memorizar la totalidad de personas que hay dentro. Se les presentan, constantemente, caras sin nombres, y no tienen ni la capacidad ni el interés, de saber quiénes son.

¿Cuál es el límite de personas que puede memorizar un ser humano?  ¿Cuántas caras sin nombres? 

En mi mundo, nos gusta saber quien está a nuestro lado, quienes frecuentan lugares junto a nosotros; no es por curiosidad, más bien es nuestra normalidad ser así de “atentos”.

Es incomprensible, no pueden vivir sin un porque para cosas “inexplicables” que les atribuyen uno supuesto, pero sí pueden vivir sin saber quién es el que viajo a su lado en el colectivo yendo al centro. ¿Soy yo o son ustedes?

Buscando posibles porqué, buscando respuestas a mis preguntas, comprendo que mas allá de ser para mi, absurdo y ridículo lo que hacen, a la vez puedo interpretar, que alimentan día a día un condimento de la vida misma, tal vez el misterio, tal vez la sorpresa. 

Y entiendo, o trato de entender, que la vida; en la sociedad humana, depende de tales factores, de sorpresa, de misterio; cada persona es una infinidad de historias, de cuentos.

¿Qué es de la literatura sin sorpresa, sin misterio?

Felipe Peiro.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Credulidad




Tenebrosa luz, vida desvanecida que araña el aire. Culpa triste, triste descanso, pies descalzos que se beben paso a paso el desierto.

Como siempre, lo desconocido lleva a lo supuesto y éste, a las creencias.

Las personas creen en muchas cosas sin tener un sustento real, muchas veces por costumbre, otras porque no les queda otra. El boca a boca transmite lo sobrenatural de manera increíble, dotándolo de fuerza y credibilidad absoluta al relato, dejando de lado todo tipo de desestimación fundamentada.

Los fantasmas, son para ustedes apariciones de personas que, por sobre todas las cosas, están muertas; de esta manera, estarían justificando que hay algo más después de la muerte, o que perdura eso a lo que llaman alma, o la consciencia tal vez; y es eso lo que quizás piensan que le da vida a estas “apariciones”.

Yo creo que es el miedo a lo desconocido lo que les nubla la parte más astuta de su mente, y ese mismo miedo es el que les atribuye lo sobrenatural a algo que sus ojos ven; tal vez una simple sombra o un extraño reflejo. También la vulnerabilidad sentimental por la que la persona pasa, si ésta extraña a un ser que ya no está, tal vez su mente dibuja en el aire su silueta, y es el onírico sentimiento y la necesidad de que es cierto lo que alimenta más la credulidad.

La realidad para mí, es que ustedes no pueden convivir sin respuestas, a todo le atribuyen un porqué, por más desconocido que sea, y de esta manera surge esta creencia absurda.

Aún así, sin lograr entender y sorprendido, admiro inmensamente todo lo logrado a base de estos supuestos y creencias, cómo ha influenciado a muchas personas en su vida, en su cotidianidad, por medio de la literatura, el cine, el arte en general. Y cómo se volvió la creencia en los fantasmas, en un común colectivo.

Tal vez, es una necesidad de ponerle condimento a la vida, tal vez fue un chiste de algún antiguo bromista, que año a año, tal chiste, se fue alimentando hasta ser lo que hoy es; como casi toda creencia no fundamentada por la que la humanidad atraviesa… Todo puede ser.

Yo no creo en esas apariciones, la imaginación lo explica todo, cuán profunda y grande es, que hasta yo hoy le estoy escribiendo sobre fantasmas.


Felipe Peiro.

jueves, 31 de enero de 2013

La claridad de las palabras



Como de un movimiento cíclico de vanidades, como de un vaivén de sutilezas; surge la luz en la lengua.

Cuando llegué a su mundo, sorprendido noté que la comunicación les es fundamental, que la palabra por sobretodo lo es. Pero noté que la misma acarrea luz y color, como así también oscuridad. Esa luz depende, no siempre, de quien las emite.

De esta manera distingo dos evidentes diferencias en la falta o en la abundancia de luminiscencia.

Las palabras claras u oscuras.

Son aquellas palabras que por sí solas te denotan claridad u oscuridad. Que al simple contacto con las mismas, uno percibe la luz o la falta. Óptimos ejemplos.

Muerte: Oscuridad
Vida: Claridad
Amor: Turbio.

Palabras aclaradas u oscurecidas.

Son aquellas con las que la persona ha interactuado.
Muchas veces las acomodan como si jugaran con las mismas, abusando de ellas, en el sentido de que, dependiendo las intenciones, dependen las palabras utilizadas.

Cuando una persona busca comunicar pesimismo, por ejemplo, o tiene malas intenciones, usará las que menos luz tienen, comenzando tal vez una frase con un, “Lamento decirte”.

En cambio cuando el optimismo es la búsqueda de esa persona, usaran palabras con mucha luz, como por ejemplo, “Hermoso día”.


Más allá de la luz que la palabra por si sola tiene, o le falta; y la utilización de una persona de una con más o menos luz. Lo sorprendente es la manipulación de las palabras con intención, sin importar y obviando la luminiscencia propia de cada una. Escondiendo bajo la luz, el más oscuro deseo; camuflándose en palabras, en la mentira, manipulando la verdad cual si fuera un juguete.


Felipe Peiro.